Prólogo

[PRÓLOGO]

Varios factores; los cuáles no entraré a valorar, hicieron que el primer blog del Diario de la Rata Mochilera, fuera un estrepitoso fracaso....

Una vez analizados estos factores y con la idea de subsanar los errores del pasado, nace “La Rata Mochilera parte 2:De Roatán Rumbo al Sur”, donde relataré los ires y venires de mi viaje a partir de mi marcha de Roatán.

Espero que esta vez sí, el blog sea lo que debió ser el primero desde el principio, dando información actualizada del estado del viaje, por lo que os pido una segunda oportunidad para Mafalda, la rata mochilera.


lunes, 21 de mayo de 2012

Partida de Honduras

A partir de cierto punto de mi vida en Roatán, y aunque nunca desterré del todo la idea de continuar el viaje hacia el Sur, parecía que nunca iba a llegar el momento en que sería capaz de dejar la Isla, pero eso día terminó llegando...el jueves 29 de Marzo de 2012, justo cuándo se cumplían 26 meses desde que dejara Madrid, hacía las maletas, atrás quedaban algunos de los 18 meses más felices de mi vida. Dejé la isla lleno de dilemas personales, por un lado me pesaba demasiado el arraigo adquirido todo ese tiempo, me entristecía alejarme de tanta gente querida no sólo en Roatán sino en Honduras, pero por otro lado, ya hacía varias semanas que mis impulsos nómadas habían renacido, continuar el viaje se había empezado a convertir en una obsesión que no me permitía seguir disfrutando de mi vida en la Isla de la misma manera que antes. Además de estos factores, hay que considerar que Carlos; mi gran amigo del barrio de toda la vida, venía unos meses a estar por Centroamérica con Nacho (otro gran amigo del barrio que ya hace tiempo vive en Tegucigalpa) y conmigo, y el plan pactado era viajar hasta Panamá.

Mis últimos días en Roatán y en Honduras, fueron los días de ir despidiéndose de toda la gente que hizo que mi vida en este tumultuoso pero bello país y sobre todo en la isla, fuera tan especial, desde mi “mara” de Roatán, pasando por toda la gente de los centros de buceo dónde alguna vez me desempeñé, l@s amig@s más casuales de Roatán, la “mara” de bicipartes, y toda mi “mara” de tierra firme que se encontraban en La Ceiba y sobre todo en Tegus. No fueron despedidas multitudinarias (nunca me gustó ser el protagonista de eventos muy poblado) , eso sí,  todas fueron sentidas y emotivas.






Como no se podía esperar de otra manera, mi última noche en Roatán, fue una noche en blanco...no dormí absolutamente nada, ya que hasta unos 30 minutos antes de tener que salir de la casa ni siquiera había terminado de preparar el equipaje (yo y mi manía de ir con el tiempo pegado al culo como diría mi padre) , tras los últimos preparativos fuimos rumbo a tomar el ferry.

Me pasé en la cubierta del ferry casi todo el trayecto, hasta que Roatán se perdió en la inmensidad del horizonte, me despedía así por un tiempo aún por concretar de la que siempre va a ser mi Isla.

Arlene nos fue a buscar al ferry, y de ahí fuimos directos al centro de salud a que me pusieran la vacuna de la fiebre amarilla (que se ma había vencido hacía unos meses) y después de un desayuno y hacer unos mandados, fuimos a la casa dónde me pude derrumbar por unas horas y recuperarme de la noche en blanco del día anterior, de cara también a la barbacoa que íbamos a hacer esa misma noche. Arlene y Andrea fueron unas anfitrionas de 10, y a pesar de los problemas que tuvimos con la electricidad, la barbacoa salió redonda y además hasta Kun Kun pudo finalmente venir.

Al día siguiente, Mariana, Ceci y yo salimos a primera hora rumbo a Tegucigalpa (Tegus para los amigos), que sería a la postre el lugar de despedida de Honduras.Tegus es quizás el lugar más inseguro del país, y no el más pintoresco, pero está dotada de un encanto muy particular y de un ambiente bohemio completamente diferente al de Roatán, y que es difícil conocer si no es a través de gente que viva allá, además de ser por supuesto el lugar dónde viven much@s de mis amig@s de Honduras, especialmente mi familia capitalina, Nacho y Mari, a quienes no veía desde hacía medio año, la última vez que había venido a Tegus. La idea era pasar el fin de semana de celebraciones previo a la partida de Carlos y mía.

El viernes empezamos en el mítico “Había una vez” (no se entiende la fiesta en Tegus sin este sitio), luego pasamos por el Café Paradiso (uno de los sitios bohemios de Tegus) donde había música en vivo y terminamos de fiesta en el hotel Clarion; allí por cierto nos encontramos de casualidad a otra de mis queridas amigas de Roatán, Waleska.


El sábado, una vez nos despertamos con la calmita, fuimos a hacer una barbacoa a la casa de Lidia y Nicola en Santa Lucía; uno de los rincones más pintorescos de Honduras. La barbacoa se alargó hasta la madrugada entre alitas de pollo, choripanes, birrias, tragos,galletas oreo, y por supuesto dramas latinos, la salsa de la vida.


A la mañana siguiente, y tras adecentar un poco la casa de los desmanes de la noche anterior, disfrutamos de un desayuno catracho rodeados de la paz y la serenidad del lugar.


Ya por la tarde fuimos a tomar un cafecito a Santa Lucia, y luego fuimos a casa de Nacho y Mari a pasar la última noche en Honduras por un tiempo....

El lunes 2 de abril, se sucedieron las últimas despedidas, y Carlos y yo partíamos hacía Las Manos (frontera con Nicaragua) previo paso de llenarnos el estómago con unas míticas baleadas de la Kennedy.


Ya por la tarde; más de lo que habíamos planeado, atravesábamos la frontera y nos despedíamos de mi querida Honduras, nuevos horizontes se abrían paso.




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